Economía clásica.-

La economía clásica, también conocida como Economía política, es una escuela de pensamiento económico cuyos principales exponentes son Adam Smith, Jean-Baptiste Say y David Ricardo. Es considerada por muchos como la primera escuela moderna de economía. Incluye también autores tales como Karl Marx, Thomas Malthus, William Petty y Frédéric Bastiat, algunos incluyen, entre otros, a Johann Heinrich von Thünen. Generalmente se considera que el último clásico fue John Stuart Mill.

El término "economía clásica" fue acuñado por Marx para referirse a la Economía ricardiana – la economía de Ricardo y James Mill y sus antecesores – pero su uso se generalizó para describir también tanto a los seguidores de Ricardo y Mills como a todos los influidos por las percepciones generales de esos autores, incluido Marx mismo.

Orígenes.-

La publicación del libro de Adam Smith titulado “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” (generalmente conocido como “La riqueza de las naciones”) en 1776 se considera normalmente como el comienzo de la economía clásica. La escuela estuvo activa hasta mediados del siglo XIX. A pesar de su rechazo al mercado libre, la escuela de economía más grande que todavía se adhiere a las formas clásicas es la escuela marxista. Sin embargo, la Nueva economía clásica esta fuertemente influida por las percepciones generales de la escuela.

En adición a la obra de Smith, generalmente se considera que los textos fundamentales de la economía clásica son los Principios de economía política y tributación de Ricardo (1814) y los Principios de economía política, con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social, de John Stuart Mill (1848) ambas obras siendo de uso general en las cátedras de “economía política” hasta la introducción de los “Principios de economía” de Alfred Marshall (1890). Otro texto cuya importancia no puede ser ignorada es El Capital, de Marx (1867).

Los economistas clásicos intentaron y en parte lograron explicar el crecimiento y el desarrollo económico. Crearon sus teorías acerca del “estado progresivo” de las naciones en una época en la que el capitalismo se encontraba en pleno auge tras salir de una sociedad feudal y en la que la revolución industrial provocaba enormes cambios sociales.

Los economistas clásicos reorientaron la economía, alejándose del análisis previo que se centraba en los intereses personales del gobernante y/o las clases gobernantes. El fisiócrata François Quesnay y Adam Smith, por ejemplo, identificaron la riqueza de la nación con el producto nacional bruto, en lugar de con la tesorería del rey o del estado. Smith veía este producto nacional como derivado del trabajo aplicado a la tierra y al capital. Ese producto nacional se divide "naturalmente" entre trabajadores, terratenientes y capitalistas, en la forma de salario, renta e interés.

Fue desplazada en gran parte por escuelas marginalistas de pensamiento, que derivaba su concepto de valor de la utilidad marginal que los consumidores encontraron en un bien en lugar del costo de los gastos envueltos en producirlo. Sin embargo, algunas de las percepciones clásicas fueron incorporadas en la escuela neoclásica, que comenzó en el Reino Unido a partir del trabajo de Alfred Marshall.

Características de la escuela clásica

Metodología de los clásicos

La metodología de los clásicos estaba fuertemente influida por los desarrollos científicos tempranos, derivados de Newton y la tradición crítica o analítica trazable a Kant.

Los clásicos buscaban fundar sus posiciones en el estudio empírico o de la realidad a fin de formular, generalmente, modelos conceptuales que les permitieran enunciar leyes naturales relevantes al área de estudio, consecuentemente utilizaban extensiva, pero no exclusivamente, el razonamiento inductivo.

Lo anterior parece sugerir, en general, una concepción "estática" de las relaciones económicas, en el sentido que esas se basan o deben a leyes las que, al igual que las leyes físicas, se supone son eternas y universales. Pero eso no se debe interpretar como significando que se carezca de cualquier "flexibilidad" o "libertad" en relación a los procesos o el sistema que implementan esas leyes sino más bien como una sugerencia que, si las leyes son conocidas y explotadas, dan origen, en las palabras de Smith, a "... planes muy diversos en la manera general de emplearlo, pero no todos estos planes conducen igualmente a incrementar el producto. La política de unas naciones ha fomentado extraordinariamente las actividades económicas rurales, y la de otras, las urbanas. Difícilmente se encontrara una nación que haya tratado con la misma igualdad e imparcialidad esas distintas actividades. Desde la caída del Imperio Romano la política de Europa ha favorecido más las artes, las manufacturas y el comercio, actividades económicas propias de las ciudades, que la agricultura, actividad económica rural. En el Libro tercero se explican las circunstancias que dieron origen a esa política, y aconsejaron aplicarla.". Dado un plan exitoso se obtiene: "La gran multiplicación de producciones en todas las artes, originadas en la división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa opulencia universal que se derrama hasta las clases inferiores del pueblo. Todo obrero dispone de una cantidad mayor de su propia obra, en exceso de sus necesidades, y como cualquier otro artesano, se halla en la misma situación, se encuentra en condiciones de cambiar una gran cantidad de sus propios bienes por una gran cantidad de los creados por otros; o lo que es lo mismo, por el precio de una gran cantidad de los suyos. El uno provee al otro de lo que necesita, y recíprocamente, con lo cual se difunde una general abundancia en todos los rangos de la sociedad."

Objetivos o áreas de interés

Como es generalmente aceptado la economía o escuela clásica tiene las siguientes áreas de interés.

Doctrinas de los clásicos

Es necesario notar que no todos los clásicos compartían la totalidad de ya sea estas asunciones generales y leyes económicas o la interpretación de ellas. Sin embargo, los clásicos como escuela si pueden ser caracterizados por ellas.

Asunciones generales

Principales "leyes" económicas

Problemática y legado

Economía como la ciencia lúgubre

La visión del futuro a largo plazo de muchos de los clásicos era más bien pesimista. Eso llevó a muchos a calificar la disciplina de ser la ciencia lúgubre. Esto no se debe, como muchos asumen, solo a la visión de Malthus sino más bien a una generalizada en la escuela.

El problema no era únicamente el hecho que el aumento de la población lleva - debido a la competencia entre aquellos que buscan trabajo - a la aparición y mantenimiento de la ley de hierro de los salarios (situación exacerbada por los avances tecnológicos que requieren cada vez menos trabajadores) sino también a la disminución progresiva de recursos naturales. Adicionalmente la ley de rendimientos decrecientes implica que en general el avance tecnológico conduce a una situación en la cual la producción de bienes será cada vez más fácil en términos de esfuerzo de los trabajadores, pero más difícil en términos sociales: se estarán usando recursos cada vez menos productivos, utilizando maquinas incrementalmente más complejas, que necesitan menos trabajo directo pero cantidades crecientes de energía, etc.

Por ejemplo, tanto el aumento de la población como los avances tecnológicos hacen necesario y posible la explotación con fines agrícolas de terrenos que son incrementalmente más difíciles de trabajar y menos productivos. Pero, y obviamente, la tierra no es un recurso infinito. En algún punto, si la población continúa aumentando, no importa cuales sean los avances tecnológicos y la productividad agrícola, no habrá lo suficiente para alimentar a la población. Lo mismo se puede decir de no solo otros recursos naturales sino también del trabajo: el avance técnico reduce la cantidad de trabajo necesaria para producir los bienes de consumo. Aún si la población se mantiene, esto no puede sino conducir a una situación en la cual no habrá la cantidad de trabajo necesario para que las personas puedan ganar lo suficiente como para obtener sus necesidades.

A menos, agrega Stuart Mill, que la población límite su crecimiento, pero aún así, por lo menos algunos bienes naturales eventualmente se extinguirán.

Los ejemplos que Stuart Mill da son más bien simplistas, pero innegables. Por ejemplo, él sugiere que las pieles de algunos animales árticos no estarán, en el futuro, disponibles para el consumo general. Esos productos comandaran, por lo menos, un precio especial, de escasez. Esto implica que el progreso, en lugar de llevar a una situación de prosperidad general, llevara a una situación de escasez incremental. Por lo menos en relación a ciertos productos en la actualidad considerados de lujo (pieles, marfil, seda, etc) ese futuro es nuestro presente.

Pero, como se ha sugerido, el argumento se aplica no solo a artículos de consumo. En 1865, Jevons se pregunta por cuánto tiempo podría Gran Bretaña continuar siendo una nación industrializada, teniendo en cuenta que la creciente demanda de carbón mineral implica que éste dejaría de estar disponible para fines industriales en las cantidades necesarias en un plazo menor a un siglo. "¿Somos sabios," se preguntaba retóricamente, "en permitir que el comercio de este país se incremente más allá del punto en que podamos mantenerlo?".

Esa es una visión que, a largos rasgos, aún se mantiene. Esa es la verdadera tragedia de los comunes. En las palabras de David Attenborough: "Mañana habrá un cuarto de millón de personas más sentándose a la mesa, esperando alimento, agua, energía; y pasado mañana otro cuarto de millón y el día después otro cuarto de millón más.... el crecimiento de la población debe detenerse para poder ofrecer 'una vida decente' a todos.".

A pesar de lo anterior, los clásicos en general (incluyendo Malthus) tenían una visión más bien optimista, creyendo que la racionalidad llevaría al control del crecimiento de la población necesario para evitar el descenso a la miseria general. (la mejor exposición al respecto se encuentra en Stuart Mill, Principios, libro IV, Influence of Progress). Adicionalmente, por lo menos algunos creían que el desarrollo técnico llevaría (como de hecho ha sucedido) al reemplazo de los recursos naturales que se agoten ya sea con otros recursos naturales o incluso con recursos manufacturados. Por ejemplo, Friedrich Engels sugiere: "Y sin embargo, todavía hay un tercer factor, que no cuenta para nada con los economistas, es verdad - a saber, la ciencia, y el avance de la ciencia es tan ilimitado y por lo menos tan rápido como el de la población. ¿Qué parte del progreso de la agricultura en este siglo se debe solo a la química, y de hecho, a solo dos hombres — Sir Humphry Davy y Justus Liebig?. Pero la ciencia se multiplica por lo menos tanto como la población: la población aumenta en relación con el número de la última generación, la ciencia avanza en relación a la cantidad total de conocimiento legado por la última generación, y por lo tanto, en las condiciones más comunes también en progresión geométrica - que es imposible para la ciencia?

Sin embargo la advertencia clásica permanece: ¿Y cómo podemos ignorar las escalofriantes estadísticas sobre las tierras de cultivo? En 1960 había una media hectárea de buena tierra cultivable por persona en el mundo — lo suficiente para mantener una dieta europea razonable. En la actualidad, sólo hay 0,2 de hectárea para cada uno. En China, es sólo el 0,1 de hectárea, debido a sus dramáticos problemas de la degradación del suelo.

Dicotomía clásica

Los clásicos creían que las variables “nominales” o monetarias y las "reales" o físicas pueden ser analizadas independientemente. Por ejemplo, se proponía que cosas tales como el producto y ganancia real pueden ser analizadas sin considerar a sus contrapartidas nominales: el valor monetario de esa producción y la tasa de ganancia.

Uno de los efectos más importantes de esa asunción, especialmente a niveles introductorios en la disciplina, es que permite simplificar el estudio de los fenómenos económicos.

La dicotomía puede ser definida como la tentativa de explicar los fenómenos económicos exclusivamente en función de variables económicas, excluyendo, entre otras, las variables monetarias, lo que lleva, obviamente, a la búsqueda de factores que permitan explicar lo económico sin referencia a tales aspectos "externos", incluyendo los monetarios.

Esto se ve claramente en la famosa Ley de Say, que parece sugerir que la única función del dinero es servir como medio de cambio, pero no influye directamente ni en la producción ni en la demanda. Partiendo de la base que la producción y venta de bienes solo adquieren su sentido cuando terminan en otra compra, completando así una transacción económica, Say sugiere: "El dinero cumple solo una función momentaria en ese doble cambio, y cuando la transacción es finalmente concluida, siempre se encontrara que un tipo de mercadería ha sido cambiada por otra".

Por lo tanto, cualquier fluctuación en el mercado "real" no se debe a efectos monetarios sino a distorsiones o fallos en el mismo. Pero esas distorsiones son meramente locales y transitorias, en el largo plazo, las fuerzas económicas por sí mismas restaurarán un balance que implica, de acuerdo a la ley de Say, que los factores económicos están siendo usados plenamente. Percibir que el producto es de equilibrio en el largo plazo impide que el dinero tenga efectos reales en la economía.

Esto esta muy cerca de decir que el dinero es "neutral", en el sentido que afecta solo aspectos nominales (por ejemplo, los precios) pero no las variables reales (la producción). Es necesario notar sin embargo que, estrictamente, la sugerencia de Say no propone neutralidad monetaria, solo que no es racional mantener dineros ociosos.

Asumiendo neutralidad, la dicotomía sugiere que, a corto plazo, las variables reales no reaccionan ante un cambio en la política monetaria, y sólo son afectadas por cambios en otras variables reales. Eso implica que la oferta agregada debe ser perfectamente inelástica a cualquier perturbación originada en la demanda agregada. Por ejemplo, en una expansión monetaria, los precios absorben totalmente el choque y la producción o crecimiento de la producción se mantiene en su tasa natural. A largo plazo eso se repite o, más apropiadamente, se mantiene, ya que el producto siempre está en su nivel natural o de equilibrio, es decir, que está en el nivel de pleno empleo de los recursos productivos. Cualquier choque monetario es absorbido totalmente por los precios, generando solamente inflación o, quizás, deflación.

Sin embargo, los clásicos, especialmente los tardíos, se dieron cuenta que el dinero no es neutral en ese sentido. Cambios en la cantidad de circulante afectan la tasa de interés, lo que a su vez afecta la tasa de ganancia y, consecuentemente, decisiones acerca de inversión y ahorro, lo que tiene efecto en la economía real. Aún así se esforzaron en mantener la dicotomía, buscando explicar el efecto del dinero a través de otras variables, lo que produce una situación más bien confusa. En las palabras de Stuart Mill:

"Es perfectamente cierto que... una adición a la moneda casi siempre parece tener el efecto de bajar la tasa de interés;... porque está casi siempre acompañada de algo que realmente tiene esa tendencia".... "aunque como moneda estas adiciones monetarias no tienen un efecto sobre los intereses, como préstamos sí lo tienen."

Todo lo anterior se expresa en dos áreas problemáticas evidentes a través de toda la obra clásica: el problema del dinero y el problema del valor.

La mayoría de las escuelas macroeconómicas actuales (incluyendo la Nueva Economía Keynesiana y los Monetaristas) rechazan la dicotomía, dado que, profundizando la sugerencia de Stuart Mill, consideran que la cantidad de circulante afecta los cálculos económicos básicos, especialmente los relacionados con la tasa de interés. Sin embargo, algunas versiones de la Nueva economía clásica y algunas escuelas heterodoxas la aceptan.

La cuestión de la cantidad del circulante

Los clásicos, especialmente los tempranos, estaban fuertemente influidos por la Teoría cuantitativa del dinero que heredaron de las posiciones de Locke, Hume y Richard Cantillon.

Sin embargo, esa teoría no especifica claramente el cómo se establece la relación entre el dinero y los bienes, es decir, el cómo se establecen los precios. Generalmente se sugería que el dinero (oro, plata, etc) es valuable "porque tiene valor". Esto dio origen a un debate prolongado pero no cruento, acerca de la concepción del dinero.

A partir de Ricardo, los clásicos empezaron a avanzar lo que se puede denominar teoría del dinero como mercadería, de acuerdo a la cual, el dinero (oro, plata) tiene un valor el cual, al igual que cualquier otra mercadería, depende de la cantidad de trabajo requerido para su obtención. En las palabras de Ricardo:

"Oro y plata, como todas las demás mercancías, son valiosos sólo en proporción a la cantidad de mano de obra necesaria para producirlos y llevarlos al mercado... La cantidad de dinero que puede ser empleado en un país debe depender de su valor... Aunque el [papel moneda] no tiene ningún valor intrínseco, sin embargo, al limitar su cantidad, su valor de cambio es tan grande como una denominación igual de monedas metálicas, o lingotes de ese metal. ".

Nótese que la teoría del dinero como mercadería (también llamada "metalismo") invierte, o por lo menos altera, la relación entre dinero y valor sugerida por la teoría cuantitativa. De acuerdo a ésa, el dinero genera los precios. Su exceso produce inflación, su falta, deflación. De acuerdo a los metalistas, es la variación de los precios la que lleva, al igual que con cualquier otra mercadería, a las variaciones en la cantidad de oro circulante: un aumento en lo que se puede comprar con una cierta cantidad de oro (deflación de otras mercaderías) da lugar a un aumento en el circulante, que eventualmente puede llevar a restablecer la paridad original o establecer una nueva (si la relación del oro con otros bienes no es la que había).

Puesto de otra manera. La producción de metales preciosos, al igual que cualquier otra mercadería, esta determinada por la ganancia que se obtiene de su producción. Si esa ganancia aumenta -se pueden comprar más bienes con el esfuerzo necesario para producir una cierta cantidad de oro- habrá interés en dedicarse a producir oro. Éso llevará a un aumento en la cantidad disponible de ese metal. Al igual que cualquier otro productor, los de metales preciosos (o los propietarios de dinero) llevarán su producto donde puedan conseguir mayores ganancias.

Lo anterior implica que el dinero (considerado en su cantidad, o dinero realmente circulando) depende del mercado. Si su "valor" (lo que se puede conseguir por una cierta cantidad en relación al trabajo necesario para producirlo) aumenta, la cantidad de circulante aumentara "naturalmente". Y viceversa.

Sin embargo, los clásicos eran conscientes de que en ciertos momentos históricos había habido inflación. Si la cantidad de circulante depende naturalmente del mercado, cómo podemos explicar éso? La situación se hizo urgente dado que Inglaterra sufrió, durante las Guerras Napoleónicas, a partir de la década de 1790, un periodo inflacionario, lo que llevó a un debate que en esencia fue acerca del valor e incremento en la cantidad de dinero que es suficiente para facilitar el comercio pero no tanto como para causar inflación.

Dos posiciones o escuelas se hicieron evidentes: los lingotistas (bullionist en inglés) y los bancarios.

La posición original (bancaria) se basa en la que podría ser llamada la doctrina de "documentos de Garantía real” o respaldo hipotecario en castellano (Real bills doctrine en inglés, Doctrine des effets réels en francés). Los bancarios aducían que el respaldo del dinero en oro no es necesaria, siempre y cuando el circulante emitido por los bancos, especialmente como crédito, sea equivalente a depósitos financieros (título de crédito, etc) respaldados por un derecho real sobre bienes físicos tangibles y redimibles a corto plazo (60 días era sugerido inicialmente). Dado esa condición, los bancos podrían emitir tanto dinero como fuera requerido por la economía sin producir inflación. Esta teoría fue mantenida por, entre otros, Adam Smith y James Mill.

La asunción general de esta posición es que, si el dinero es sólo un medio de cambio entre mercaderías, cualquier cosa, incluyendo el papel moneda, puede servir como estándar de valor, con la condición de que establezca una relación estable y aceptada por los que lo utilizan con el trabajo necesario para producir bienes. Si un banco esta dispuesto a aceptar, por ejemplo, el título de propiedad de una casa como garantía o pago, y el propietario de la casa y otros están dispuesto a aceptar una "nota promisoria" (billete de banco) de ese banco como pago por sus bienes o propiedades, esos documentos han funcionado como dinero y, en la medida que no cambian ninguna “variable real” esencial, no puede causar inflación por el mero hecho de que el respaldo, en lugar de ser una cierta cantidad de oro en el banco sea el valor de algún bien tangible. Después de todo, ambas “mercaderías” representan o contienen la misma cantidad de valor o trabajo, aquel necesario para producirlas. (Para Smith el proceso depende crucialmente de la confianza que los banqueros generen o adquieran).

Una propuesta similar fue adoptada eventualmente en Alemania durante el período de la República de Weimar con el Rentenmark y, durante el nazismo, con los llamados "Bonos Mefo", en ambos casos con gran éxito.

La posición alternativa, lingotista, era que la cantidad de circulante (monedas y papel) debe ser equivalente, en una proporción fija y estable, a la cantidad de metal precioso en los bancos. Si los bancos no están obligados a convertir las notas en oro en una proporción cierta, van a tener la tentación de emitir billetes en exceso a sus reservas de oro o plata en sus bóvedas. Esto conducirá a un exceso de oferta de dinero, lo que llevará a varias distorsiones, incluyendo la inflación. Para evitar todo eso, sostuvieron, que es necesario mantener una equivalencia estricta entre la cantidad de circulante emitida por cualquier y todos los bancos y la cantidad de oro y plata mantenido como respaldo. Esta posición, representada, entre otros, por Ricardo, predominó hasta después de la Primera Guerra Mundial (patrón oro).

De acuerdo a esa posición, cualquier incremento en la cantidad de oro o plata en un país dado llevaría a un incremento en los precios en ese país, lo que significaría que la moneda (metales preciosos) irían a algún otro lugar, en el cual podría ser cambiada por bienes a una tasa más favorable. Por el contrario, una deficiencia en la cantidad de oro causaría un caída local en los precios, que llevaría a la exportación de bienes e importación de oro o plata. Esto tendría el efecto de que, a largo plazo, habría una tendencia a mantener una relación estable del valor (entendido como poder de compra) de esos metales.

John Stuart Mill sugirió una posición intermedia, de acuerdo a la cual los bancos necesitan mantener sólo una cierta proporción de lo emitido como depósitos en oro y/o plata, el resto puede ser respaldado de acuerdo a la doctrina bancaria. Esto podría quizás dar origen a una cierta inflación, pero cualquier tendencia en esa dirección llevaría a los poseedores de billetes a cambiarlos por metálico, lo que forzaría a los bancos a redimir sus préstamos a fin de obtener el oro necesario para redimir sus notas. Ambos procesos a su vez reducirían el circulante, eliminando la inflación. Esta posición dio eventualmente origen al sistema de banca de reserva fraccional que existió desde esa fecha y que existe en el presente en todos los países industrializados. (Los depósitos en oro eran reemplazados por depósitos en dólares que, hasta 1971, mantenía una relación fija, de 35 dólares por onza, con el oro. A partir de esa fecha, los respaldos están constituidos por las llamadas Monedas de reserva.

Conviene notar que este debate dio origen a otras diferencias, más complejas, de opinión, diferencias que de las cuales se ha alegado que “ aún hoy, hay lecciones importantes que deben ser aprendidas”

El asunto del valor

El otro aspecto problemático es el asunto del valor. Si asumimos que los procesos productivos pueden ser explicados sin relación directa con consideraciones monetarias tenemos que sugerir un método que permita evaluarlos sin referencia a tales aspectos. La solución obvia se encuentra en la plusvalía; es decir, al hecho de que la finalidad de todo proceso productivo -en la medida de que son de interés a la ciencia económica - es producir más bienes o "valor" que el empleado o gastado en el proceso mismo. Un proceso económico será productivo en la medida que el resultado, medido en bienes para uso y consumo, sea superior a los empleados para producirlos, cualquiera que sea la medida o el resultado "monetario" para los individuos que participen en ese proceso.

Esto requiere, por supuesto, una medida del valor que no esté basado en cálculos monetarios. Adam Smith consideraba que la medida exacta para cuantificar el valor era el trabajo. Para él, el valor era la cantidad de mercancías que uno podía producir con, o recibir a cambio de, su trabajo ( y viceversa, el valor de una mercancía es la cantidad de otras mercancías o trabajo que se pueda recibir a cambio. Las mercancías concretas pueden cambiar, pero lo que siempre permanece invariable es el trabajo, o sea el desgaste de energía para producirlas, siendo entonces el trabajo el patrón definitivo e invariable del valor: lo que consume una hora de trabajo para ser producido tiene, desde este punto de vista, exactamente el mismo valor que cualquier otra cosa que cueste otra hora de trabajo para ser producido. Esto llegó a ser conocido como Teoría del valor-trabajo.

Pero esas relaciones de cambio no permanecen necesariamente constantes. Esto llevó a Smith y otros a introducir dos conceptos asociados: valor de uso y valor de cambio. En las palabras de Stuart Mill: "Adam Smith, en un pasaje citado a menudo, ha descendido sobre la ambigüedad obvia de la palabra valor, la cual, en uno de sus sentidos, significa utilidad, en otro, poder de compra, en su propio lenguaje, valor en uso y valor en intercambio"... y "la mayoría de los escritores modernos, a fin de evitar el gasto de dos buenas palabras en una sola idea, han empleado "precio" para referirse al valor de una cosa en relación al dinero, la cantidad de dinero por la cual será cambiado. Por el precio de una cosa, entonces, entenderemos su valor en dinero; por valor o valor de cambio, su poder general de compra, el poder que su posesión otorga en general sobre mercaderías comprables".

Sin embargo, y como es obvio, el "desgaste de energía para producir" o cantidad de trabajo envuelto en la producción de una cosa también varía, en general disminuyendo con el avance tecnológico. Adicionalmente hay un problema con la determinación práctica (con el fin del cálculo del valor de un bien) con el cómo se pueden medir, por lo menos potencialmente, diferentes "modalidades" de ese desgaste o trabajo: por ejemplo: ¿es el valor producido por una hora de trabajo de un cirujano o médico el mismo que el producido por una hora de trabajo de un obrero sin cualificar? Y ¿cómo relacionamos esos casos extremos con el trabajo de un panadero, carpintero u obrero cualificado?.

Stuart Mill resume en su obra la posición de Smith y otros. Simplificando, se puede decir que diferentes tipos de trabajo tienen diferentes precios en relación a cosas tales como la competencia entre trabajadores, tiempo y dificultad de aprendizaje, seguridad o no de recompensa, dificultad y desagrado en efectuarlo, etc. Stuart Mill nota que los trabajos más desagradables y duros son generalmente los menos pagados dado que generalmente los que los llevan a cabo carecen de otra opción. Siendo ése el caso, se mantiene la relación del valor de un bien como dependiendo de la cantidad de trabajo necesario para producirlo, con la condición de que el "salario real" o valor (es decir, las mercaderías que se pueden adquirir por "precio por unidad de trabajo") de cada tipo de trabajo en particular son diferentes entre sí, pero nunca pudiendo ser en total superior al determinado por el nivel de competencia entre trabajadores: "Liberalidad, generosidad, y el crédito de la empresa, son motivos que, en cualquier grado que operan, se oponen a tomar la ventaja máxima de la competencia, y esos motivos podrían y aún ahora lo hacen, actuar sobre los empleadores de mano de obra en todos los departamentos de la gran industria, y lo más deseable es que así sea. Pero nunca pueden aumentar los salarios medios de la mano de obra más allá de la relación entre la población y el capital. Al dar más a cada trabajador empleado, limitan el poder de dar empleo numeroso, y por excelente que sea el efecto moral, hacen poca diferencia económicamente, a menos que la pobreza de los que están excluidos conduzca indirectamente a un reajuste por medio de una mayor limitación en la población."

Pero esos diferentes tipos de trabajos están distribuidos diferentemente a través de las industrias. Por ejemplo, muchos de los trabajadores empleados en una empresa de Inteligencia artificial tienen niveles de educación y cualificación diferentes a los empleados en una panadería. Por lo que el precio de los respectivos productos no se puede determinar sólo en relación a un salario promedio general. Esto da origen a la Teoría del valor como coste de producción clásica: "Para recapitular: la oferta y la demanda determinan el valor de todas las cosas que no se puede aumentar indefinidamente, a excepción de que incluso para ellas, cuando se producen en la industria, hay un valor mínimo, determinado por el coste de producción. Pero en todas las cosas que admiten la multiplicación indefinida, la demanda y la oferta sólo determinan las perturbaciones de valor, durante un período que no podrá exceder el tiempo necesario para modificar la oferta. Determinando así la oscilaciones de valor, ellas mismas obedecen a una fuerza superior, que hace gravitar el valor al Costo de Producción, que lo depositaría y mantendría allí, si nuevas influencias perturbadoras no estuvieran continuamente surgiendo para hacer que de nuevo se desvíen. Para continuar la línea de la metáfora, la demanda y la oferta siempre se apresuran a un equilibrio, pero la condición de equilibrio estable es cuando el intercambio de cosas entre si sucede de acuerdo a sus costos de producción, o, en la expresión que hemos utilizado, cuando las cosas están en su Valor Natural”

En la actualidad se considera, siguiendo el análisis de Piero Sraffa, que mucho del análisis anterior es improductivo, dado que no hay un algoritmo o fórmula generalmente válida que transforme "unidades de valor" en "unidades monetarias", en otras palabras, que resuelva el llamado problema de la transformación. Si bien es correcto que, desde el punto de vista de las sociedades, el interés de los procesos productivos reside en la capacidad o habilidad de generar valor (satisfacer necesidades materiales), es importante proceder con cuidado y mantener presente cuando se efectúan o consideran los cálculos que los esquemas conceptuales y/o las medidas y resultados relacionadas al valor (o medidas reales) y las en precios (o nominales) no son simplemente "mezclables".



Escuela neoclásica

El término economía neoclásica o escuela neoclásica es un concepto impreciso utilizado en economía, ciencia política, etc, para referirse en general a un enfoque económico basado en una tentativa de integrar al análisis marginalista algunas de las percepciones provenientes de la economía clásica.

Entre otras, esas tentativas incluyen: La consideración tanto de la oferta como de la demanda en la determinación de los precios (los marginalistas enfatizan el papel de la demanda, los clásicos, el de la oferta). Segundo: los neoclásicos otorgan gran importancia al papel del dinero en asuntos económicos. Tercero, los neoclásicos extendieron el análisis económico a otras situaciones distintas de las consideradas tanto por los clásicos como por los marginalistas, es decir, examinaron no sólo situaciones de monopolio, duopolio y competencia perfecta, sino también otras situaciones de competencia imperfecta.

Se podría agregar que los neoclásicos reintroducen el estudio de los grupos o agregados.

El término generalmente se emplea en dos acepciones: para referirse a los desarrollos en el pensamiento económico entre 1870 y 1920 y -más o menos críticamente- a lo que se considera el pensamiento económico ortodoxo o dominante (mainstream) en la actualidad. En las palabras de E. Roy Weintraub: "Todos somos neoclásicos ahora, incluso los keynesianos, porque lo que se enseña a los estudiantes, lo que es la economía principal (mainstream), es economía neoclásica"

El economista neoclásico por excelencia es Alfred Marshall quien es considerado el fundador de una de las grandes aproximaciones de la escuela (ver Equilibrio parcial). Otra de las grandes figuras es León Walras, fundador de otra de las grandes aproximaciones (ver Teoría del equilibrio general). Otros neoclásicos de gran importancia incluyen Knut Wicksell e Irving Fisher (ver Monetarismo); Arthur Pigou y Vilfredo Pareto (ver Economía del bienestar) etc.

Como lo anterior sugiere, la escuela neoclásica ejerció gran influencia en los desarrollos posteriores del pensamiento económico durante el siglo XX, por ejemplo, a través de la conocida La síntesis clásico-keynesiana o Neokesianismo e incluso en el presente, a través de los nuevos clásicos.

Introducción

Origen y evolución del término

La escuela neoclásica se originó a partir de una crítica (a veces implícita) a los marginalistas quienes, a su vez, buscando introducir rigurosidad y una metodología que se asemejara más a las de las ciencias físicas, habían ya criticado los conceptos y métodos utilizados por la economía clásica (o economía política); crítica que los neoclásicos hicieron, a grandes rasgos, suya.

Mucho de la crítica neoclásica se centró en tentativas de formalizar y extender tanto el concepto de la teoría del valor subjetivo como el de individualismo metodológico. Los neoclásicos reintroducen a la disciplina el estudio de grupos tanto de fenómenos económicos como de individuos, no ya como "clases" sino bajo la forma de agregados estadísticos y/o promedios, etc. Lo neoclásicos son responsables de las formalizaciones lógicas (Marshall) y matemáticas (Walras, Pareto) que caracterizan la disciplina en el presente.

El término “neoclásico” mismo se originó en una crítica global de Thorstein Veblen - fundador de la escuela institucionalista (norte)americana - quien lo utilizó para referirse a quienes él consideraba que compartían las percepciones no científicas de la escuela clásica, especialmente la utilización de la teoría del valor, incluyendo la tentativa marginalista de reemplazarla con la teoría del valor subjetivo y la percepción de que “más es necesariamente mejor”. Esto incluye a quienes son generalmente considerados marginalistas.

El término se generalizó para referirse a los seguidores de la "economía marshalliana". El proyecto de Marshall - también llamada síntesis marshalliana - puede ser visto como una tentativa de sistematización y formalización de la “economía clásica”, lo que lo sitúa en el centro específico de la crítica de Veblen. La visión de Marshall y sus seguidores - llamados inicialmente marginalistas ingleses o marshallianos- es lo suficientemente distinta de otros marginalistas como para constituir una percepción distintiva, a pesar de las raíces comunes en el marginalismo.

Además otros marginalistas - por ejemplo, Wicksell y Carl Menger - se consideran fundadores de escuelas (escuela sueca o de Estocolmo y escuela austríaca respectivamente). Walras es generalmente estudiado - junto a Francis Edgeworth - entre los matematizadores de la economía, pero a veces incluido con Pareto como representando la Escuela de Lausanne. Y sería conducente a error sugerir que sólo Marshall y sus seguidores son marginalistas.

Lo dicho anteriormente ha dado origen a una situación más bien confusa. La mayoría de los especialistas diferencian entre los marginalistas y los neoclásicos, pero diferentes autoridades incluyen entre los neoclásicos a diferentes autores. Los autores considerados neoclásicos de importancia generalmente incluyen Marshall, Pigou y Walras, aunque no es difícil encontrar obras que incluyen Pareto, Wicksell y Fisher. Así pues, el concepto puede usarse legítimamente tanto para designar a la obra de todos esos autores (y aquellos influidos por ellos) como sólo a los influidos directamente por el trabajo de Marshall. En los textos de economía el uso implica comúnmente el sentido mas general. Esto, a su vez, ha dado origen a otra confusión: la influencia de Marshall y Walras - especialmente en asuntos metodologicos - se extiende incluso al presente. ¿Son todos los economistas entonces "neoclásicos"?. Y, de no serlo, ¿dónde termina el neoclasicismo?

Características del neoclasicismo

Todo lo anterior puede sugerir que la descripción de algo como "economía neoclásica" es cuestionable. Notando que el uso del término se da principalmente entre pedagogos, algunos han ido tan lejos como a cuestionar si su uso (dado que puede llevar a error a estudiantes y otros) es moral.

Sin embargo la posición generalmente aceptada es que, de hecho, hay un grupo de economistas que pueden ser descritos como neoclásicos en la medida que comparten una serie de asunciones generales. De acuerdo a David Colander las características del pensamiento neoclásico; en su acepción mas restringida, es decir, como extendiéndose desde aproximadamente 1870 a 1930; son:

  1. Se centra en la asignación de recursos en un momento determinado, es decir, se refiere a la elección y disposición de recursos escasos entre posible alternativas.

  2. Acepta alguna variedad del utilitarismo como jugando un papel central para comprender la economía.

  3. Se centra en alternativas marginales. EL neoclasicismo se interesa en los alternativas y cambios "marginales" que son el objeto del cálculo.

  4. Asume una racionalidad de largo plazo.

  5. Acepta el individualismo metodológico.

  6. Esta estructurada alrededor de un concepto de equilibrio general en la economía.

Sin embargo, como se ha notado, algunos consideran que la escuela se puede encontrar incluso en el presente. Desde ese punto de vista, Christian Arnsperger y Yanis Varoufakis sugieren que los neoclásicos (y solo los neoclásicos) comparten tres meta-axiomas:

  1. Individualismo metodológico: los fenómenos a ser estudiados lo son centrándose en los individuos. (sin embargo, hay que notar que éstos no son los individuos del lenguaje común y corriente, sino individuos metodologicos o agentes económicos: "Un agente económico es la unidad básica de operación en el modelo. Generalmente consideramos que el agente económico es un individuo.... Sin embargo, en algunos modelos económicos, se considera como un agente una nación, una familia o un gobierno. En otras ocasiones, el "individuo" es disuelto en una colección de agentes económicos, cada uno actuando en circunstancias diferentes y cada uno considerado un agente económico". El punto es importante. Los neoclásicos reintroducen a la disciplina el estudio de grupos o clases, tanto de individuos como de fenómenos, bajo la forma de agregados)

  2. Instrumentalismo metodológico: por lo que entienden que todo comportamiento es guiado por preferencias, es decir, es instrumental. (nótese que ésto modifica sutilmente el problema de la racionalidad económica. Los neoclásicos no asumen que los individuos persiguen únicamente su interés propio, pero, cualquiera que sea el motivo por el cual escogen perseguir algún objetivo, lo hacen racionalmente.

  3. Equilibrio metodológico: lo que quiere decir que los neoclásicos asumen que el comportamiento agregado oscila alrededor de, o tiende a, un punto de equilibrio económico. Ésto, a diferencia de, por lo menos algunos marginalistas (por ejemplo, Carl Menger), para los cuales no hay razón alguna por lo cual el mercado deba estar en equilibrio: los individuos buscan maximar utilidad o beneficios, no equilibrio. Además, hay problemas con la asunción de la información perfecta.

Sin embargo cualquier profundización del área revela diferencias de fondo entre los autores neoclásicos. Ésta es, obviamente, un área compleja. Simplificando mucho se podría postular -a nivel introductorio - varios "tipos" de neoclasicismo (manténgase presente que los autores que serán mencionados no contribuyeron exclusivamente en una área):

1.- La aproximaciones del equilibrio, que, a su vez, se pueden dividir en:

Críticas al neoclasicismo temprano

Se mencionarán dos críticas globales al neoclasicismo. La de Veblen en 1900 y la que Piero Sraffa comenzó a implementar a partir de 1930. (para otras, ver marginalismo)

Para Veblen, el concepto de equilibrio es normativo, implicando - sin prueba - que el equilibrio es de beneficio para la sociedad y los individuos. Veblen considera que la economía ortodoxa es teleológica y pre-darwiniana. Teleológica porque asume que el proceso económico progresa o tiende a una situación estable (el equilibrio a largo plazo) que ni se observa en realidad ni se deriva de algún análisis sino que se asume como dado con anterioridad a cualquier análisis u observación. Y es predarwiniana porque, en la opinión de Veblen, el proceso económico es un proceso darwiniano de evolución, desarrollándose a través del tiempo como respuesta a diferentes y cambiantes circunstancias pero careciendo de propósito o diseño.

Las críticas de Sraffa culminaron en su “Producción de mercancías por medio de mercancías”. En ella se encuentra la génesis de varios de los argumentos desarrollados posteriormente por otros autores. Sraffa fue un pensador profundo, cuya crítica forzó a Ludwig Wittgenstein a modificar sus posiciones originales. El centro de la crítica de Sraffa es que la teoría neoclásica del valor está basada en una visión contradictoria y lógicamente defectiva. Esta visión dio eventualmente origen al famoso “Debate de las dos Cambridge” y la posición de Sraffa se puede resumir así: una teoría del valor que sea lógicamente consistente tiene que volver a la teoría clásica, considerando que lo que interesa en la producción es que, al final del proceso, haya un excedente o plusvalía. Sraffa avanzó a construir tal modelo, lógicamente consistente, y que puede ser usado para explicar no sólo el precio relativo de los bienes sino la distribución de los ingresos/ganancias. Una implicación clave del modelo de Sraffa es que la determinación de la relación en la distribución de los ingresos entre salarios y ganancias es debida a factores no económicos. Por ejemplo, esa relación se origina en cómo se fijan ya sea los salarios de subsistencia o la tasa de ganancia.

Desarrollos posteriores

A partir de la crítica de Sraffa las posiciones marshallianas empezaron a decaer, proceso que se aceleró con la crítica de Keynes especialmente a nivel macroeconómico; sin embargo el enfoque marshalliano seguía siendo visto como riguroso, especialmente para explicar el comportamiento microeconómico, lo que a su vez llevó a tentativas por parte de algunos autores -como John Hicks - a conciliar ambas perspectivas, originándose así la llamada síntesis clásico-keynesiana.

En la otra mano, las posiciones de la economía del bienestar no sólo mantuvieron sino que - junto a las posiciones de Walras - aumentaron su importancia. Lo mismo se puede decir del monetarismo.

Entonces se puede sugerir que todo lo anterior ha dejado un legado, posiblemente central, a las concepciones económicas a partir de la Segunda Guerra Mundial. Este legado se puede percibir en general tanto en los textos de introducción a la disciplina como en los cursos más avanzados, donde se da por sentado que el método económico se basa en la matemática.

Sin embargo, esa influencia no quiere decir que exista una escuela o movimiento con principios formalmente establecidos a los cuales todos adhieren explícitamente. Weintraub sugiere que el neoclasicismo, a partir de 1950, es una metateoría, es decir, un conjunto de reglas implícitas o un acuerdo no especificado acerca de cómo construir explicaciones o teorías económicas aceptables. (para una explicación formal de que es una metateoría,

Weintraub expone tres principios de esa metateoría neoclásica:

  1. los individuos tienen preferencias racionales

  2. los individuos maximizan utilidad y las empresas ganancia.

  3. los individuos actúan independientemente sobre las bases de información completa y relevante.

Los grupos o escuelas que aceptarían tal metateoría serian: 1º: la síntesis clásico-keynesiana, síntesis neoclásica o "neokeynesianismo"; 2º: el monetarismo asociado con Escuela de Economía de Chicago, y, 3º: los nuevos clásicos.

Síntesis neoclásica

El marginalismo fue el enfoque dominante hasta la crítica keynesiana, basada sobre todo en consideraciones de tipo macroeconómico. Aunque la crítica keynesiana sobre cuestiones macroeconómicas se consideró valiosa, el enfoque marginalista siguió siendo visto como un enfoque riguroso especialmente para explicar el comportamiento microeconómico de ciertos aspectos. Es por eso que algunos autores como John Hicks trataron de construir un enfoque más amplio que sintetizara las ideas más valiosas de ambos enfoques, el resultado se conoció como "síntesis neoclásica".

La Escuela de Economía de Chicago

La introducción de ciertos aspectos keynesianos en la teoría, que condujo a un tipo de política económica intervencionista entre 1950 y 1973 fue criticada ampliamente por un sector de los economistas neoclásicos, como George Stigler, Milton Friedman o Robert Lucas, precisamente en el período de mayor expansión económica conocido en la historia de la humanidad. La nueva situación que se produjo a partir de 1973 con la Crisis del petróleo de 1973 y la estanflación subsiguiente en Estados Unidos, favorecieron la crítica a las políticas neokeynesianas vigentes en el período anterior. Esto ayudó al surgimiento de una corriente de la economía neoclásica conocida como monetarismo que empezó a ser influyente en algunas de las políticas económicas internacionales (macroeconómicas) especialmente a partir de 1980.

El nuevo clasicismo

Muchas de las críticas anteriores se centran en la supuesta falta de realismo de la racionalidad de la acción humana propuesta por los neoclásicos. John Muth - generalmente considerado fundador de la Teoría de las expectativas racionales - respondió de la siguiente manera:

Se argumenta a veces que la asunción de racionalidad en economía lleva a teorías inconsistente con o inadecuadas para explicar los fenómenos observados, especialmente cambios a través del tiempo. Nuestra hipótesis se basa exactamente en el punto de vista opuesto: que los modelos dinámicos no asumen la necesaria racionalidad.

Con esa asunción de "racionalidad dinámica" Muth alteró la situación anterior. De la misma manera que los neoclásicos utilizaban racionalidad para conseguir equilibrio estático -es decir, el mantenimiento de los "gastos" en una "tangente" a la línea de restricción presupuestaria y a la curva de indiferencia- Muth utiliza esa misma racionalidad para llegar a un equilibrio dinámico u optimización a través del tiempo. Mientras sea el caso que los actores individuales ajusten sus comportamientos de acuerdo a la información que vayan recibiendo o adquiriendo -y no hay razón aparente para pensar que ése no sea el caso- estarán en una línea óptima que permite tomar en cuenta y acomodar cambios tanto en lo que puede gastar como en lo que se desea gastarlo. En otras palabras -y a diferencia de la criticada asunción original- el sistema no demanda racionalidad o conocimiento perfecto del futuro o del sistema mismo por los actores. Ni requiere o demanda previsión a un futuro indeterminado o infinito. Solo demanda flexibilidad en la parte de los integrantes para ajustarse a cambios en las circunstancias y/o información que se tiene o adquiere.

A pesar que Muth escribió su artículo en 1961, esta propuesta no adquirió mayor relevancia hasta que fue incorporada por Robert Lucas en su trabajo acerca de las fundaciones de la microeconomía. - Lucas argumenta que un modelo macroeconómico debe ser construido a partir de la agregación de modelos microeconómicos

Lo anterior coincidió con una crítica al tipo de política económica intervencionista practicado entre 1950 y 1973 (intervencionismo derivado de la propuesta keynesiana y que llevó al período de mayor expansión económica conocido en la historia de la humanidad) por parte de economistas "neoclásicos", tales como George Stigler, Milton Friedman y el mencionado Robert Lucas, en un momento que se produjo a partir de 1973 con la Crisis del petróleo de 1973 y la estanflación subsiguiente en Estados Unidos, favorecieron la crítica a las políticas neokeynesianas vigentes en el período anterior. Esto ayudó al auge del monetarismo que empezó a ser influyente en algunas de las políticas macroeconómicas internacionales.

Esto, a su vez, llevó al desarrollo de la Nueva economía keynesiana (no confundir con el neokeynesianismo), representada por personajes tales como Jordi Galí, Paul Krugman, Nouriel Roubini, Joseph Stiglitz, etc.

Críticas al neoclasicismo contemporáneo

Colander sugiere que el término mismo no debería ser usado. Los economistas modernos son -en su opinión- eclécticos (conciliadores). "El uso del término neoclásico para describir la economía que se practica estos días no sólo no es útil, sino que actualmente dificulta la comprensión por los estudiantes y el publico general de lo que es la economía contemporánea. El término puede todavía tener alguna función en comparaciones intertemporales, pero, si se va a usar en ese sentido, es aún más importante terminar la era neoclásica en algún momento. La economía ha cambiado enormemente desde los 1870 hasta el presente, y está cambiando continuamente. " y "Mi argumento contra el uso del término neoclásico para describir la economía moderna es que esa economía moderna no requiere adherencia a esos seis atributos. Es mucho más ecléctica. El movimiento de alejamiento de la economía neoclásica puede ser trazado a los 1930, cuando un gran sector de la economía neoclásica estaba siendo abandonado por teorizadores de avanzadilla que trataban de forjar una nueva economía".

En adición hay una variedad de críticas globales al neoclasicismo contemporáneo. Así, por ejemplo, Bernard Guerrien, fundador de la economía crítica sugiere que "La teoría neoclásica se parece mucho a las especulaciones de los escolásticos - las matemáticas reemplazando al latín. En su caso, la especulación es sobre el comportamiento de individuos (o “agentes”) puramente imaginarios, ya que los parámetros que los caracterizan no se deducen de la observación ni de los datos disponibles, que toman decisiones en “mercados” todavía más imaginarios."

E. K. Hunt sugiere que el criticismo de Veblen es aplicable al neoclasicismo actual: "el criticismo de Veblen a la economía neoclásica es que tenía una visión totalmente ahistórica y simplista de la naturaleza humana y las instituciones sociales. Tratando de explicarlo todo en términos de una conducta racional, egoísta, maximadora, la economía neoclásica no explica nada".

Murray Rothbard (autor "austriaco") sugiere que la economía neoclásica se ha perdido en lo que Schumpeter llamó "circulación circular": "Dado que la economía del equilibrio es por definición un círculo de conductas robóticas sin cambio y sin fin, cada uno en el mercado tiene conocimiento perfecto del presente y del futuro, y la incertidumbre del mundo real desaparece de la escena. Dado que no hay más incertidumbre, las ganancias y las perdidas desaparecen, y cada empresa encuentra que sus precios son exactamente iguales a sus costos de producción" y "Seguramente no es accidente que la elevación a la prominencia de la economía walrasiana coincidió con la virtual matematización de las ciencias sociales. La matemática goza del prestigio de ser "verdaderamente científica", pero es difícil matematizar las complejas y enredadas incertidumbres y errores inevitables de la acción humana del mundo real. Sin embargo, una vez que se eliminan tales acciones e incertidumbres es fácil emplear álgebra y la tangentes de la geometría para analizar este no realista pero fácilmente matematizable equilibrio".

Lee Boldeman, escribiendo desde el punto de vista de la filosofía moral sugiere que la aproximación neoclásica es dogmática y fundamentalista, basada en simplificaciones groseras y reglas que intentan reemplazar lo "sagrado" tales como la de la racionalidad de los actores económicos: "Es en este punto que es conveniente recordar que es el control de nuestra codicia lo que representa una de las victorias principales de la cultura sobre la "animalidad". Si esto es así, es la codicia lo que también representa una de las amenazas primarias a nuestra civilización, el fundamentalismo económico es una ideología que trata de justificar la codicia. En particular, promueve el egoísmo y el materialismo. Incluso para los no religiosos, sin embargo, la adquisición de riqueza y poder personal no es una base adecuada para la auto-definición. En consecuencia, el fundamentalismo económico es una amenaza significativa para nuestra civilización. Su aplicación a las decisiones públicas no se puede conciliar con la importancia ética de nuestro patrimonio cultural, con sus fundamentos cristianos, su mandamiento de amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo. Tampoco se puede conciliar con las otras tradiciones religiosas, incluyendo el Budismo, con sus llamadas a la compasión y el desapego. Tomar algo que es bueno -como el pensamiento racional, o el análisis económico, o mercados, o los derechos humanos o la libertad o la ley, o dinero, o el consumo- y convertirlo en un absoluto es la esencia de una nueva idolatría.